¿UN GEN PARA LA
SERENIDAD?
Siempre se ha pensado que la ansiedad,
ese molesto malestar que aparece sin causas aparentes, se dispara por un
desajuste psicológico. Sin embargo, los médicos del área saben desde hace algún
tiempo que muchísimas personas sufren de ansiedad sin haberse visto nunca
expuestas a alguna situación de estrés o peligro o susto grave. Y que años de
psicoterapia no tienen mayor efecto.
La neurociencia explica una posible
razón. Ha demostrado por primera vez que una variación genética en el cerebro
vuelve a ciertas personas menos ansiosas y con una capacidad mayor de olvidar
experiencias desagradables. Esta mutación genética produce en nuestros cerebros
niveles elevados de una sustancia, la anandamida, ahora llamada molécula de la
tranquilidad, algo así como nuestro propio cannabis natural.
Las personas que disfrutan de ese
regalo de la evolución tienen una menor tendencia a desarrollar adicciones a la
cannabis y otras drogas, quizá porque no necesitan calmarse, ya lo están.
Quienes buscan un efecto sedante a sus
ansiedades en el consumo de la cannabis, lo consiguen, aunque si el uso es
diario y cuantioso, las capacidades congnitivas se ven afectadas. La
disminución del consumo restablece los estados de alerta, la agudeza, la
memoria, y claro, la ansiedad.
Los receptores cerebrales de la
cannabis son los mismos de la anandamida. Existen en todo el reino animal, algo
que demuestra su alto valor evolutivo. Todos nosotros producimos de forma
natural la anandamida, pero quienes tienen la mutación la producen en mayores
cantidades. Una mutación que confiere al menos dos ventajas: baja ansiedad y
cero tendencia a las adicciones.
Algo muy llamativo en la frecuencia de
la mutación es que varía entre diversos grupos étnicos. Así, un 21% de blancos
descendientes de europeos, un 14% de los Han chinos y un 45% de los Nigerianos
Yorubas portan la mutación.
Para estudiar a fondo la mutación,
Francis S. Lee, profesor de psiquiatría y otros investigadores, tomaron el gen
humano mutado y lo insertaron en ratones para poder observarlo en acción y
medir sus efectos. Al tiempo estudiaron un grupo de humanos con la misma
mutación en el gen.
Los ratones “humanizados” se mostraron
menos ansiosos, permaneciendo la mayoría del tiempo en las partes abiertas de
los laberintos donde habitan. Los ansiosos estuvieron siempre al abrigo de las
zonas más cerradas. Y al igual que las personas con el gen mutado, los ratones
tranquilos mostraron los mismos cambios en los circuitos neuronales implicados
en el miedo y la ansiedad. En ellos se encontró una mayor conectividad entre la
corteza prefrontal (centro del control ejecutivo) y la amígdala (crítica en el
procesamiento del miedo) que en los ratones con el gen normal. Una conexión más
fuerte entre estas dos zonas cerebrales asegura un gran control emocional y una
ansiedad baja.
Y los efectos benéficos de la mutación
no paran ahí. También controla ella la posibilidad de deshacerse de los miedos
provocados y aprendidos con una mayor facilidad, esto es, saber cómo no tener
miedo.
Aunque la naturaleza nos volvió
atentos a cualquier señal de peligro y todos reaccionamos a ello, algunos, con
la mutación, saben como olvidar pronto y seguir adelante sin mayores
preocupaciones. Al final un buen punto de equilibrio: estamos protegidos por
los ansiosos y exacerbados que nos alertan de los riesgos al tiempo que los
serenos y desaprensivos nos permiten disfrutar de su tranquilidad para explorar
mejor el entorno.
¿Y qué hacemos nosotros con receptores
cannabinoides en nuestros cerebros? Y no sólo para el tetrahidrocannabinol,
sino para el opio y la nicotina, que funcionan como llave y candado para estas
sustancias. Y tenemos también neurotransmisores para captar drogas que tienen
efectos calmantes, valium y similares. Cosas del azar, que demuestran una vez
más, que no obedecemos a ningún diseño perfecto y armónico, más bien todo lo
contrario. Cargamos en nuestros cuerpos y cerebros millones de años de ensayos
fallidos unos, exitosos otros. Receptores para sustancias que nos podrán crear
adicciones, que en malos entornos y hondos desajustes emocionales, nos causarán
graves daños, ¡vaya regalito nos ha hecho la señora naturaleza!
En los tiempos pasados huyendo de los
depredadores, buscando comida, peleando con las hienas sobras de proteínas, un
sistema neuronal bien afinado para percibir el peligro con seguridad nos
permitió sobrepasar los obstáculos con cierta facilidad. Pero también se hacía
imperioso el planificar, diseñar estrategias para no dejar todo a la aventura.
Eso lo hicimos. Las pinturas rupestres están para testimoniar. Y tal vez lo
hicieron quienes habían perdido el miedo, por una mutación como la que nos
ocupa.
Si tenemos receptores para el
cannabidiol y esos mismos receptores son utilizados por su agonista, la
anandamida, el camino a la síntesis y uso de ella debe despejarse con prontitud
pues la ansiedad en buena dosis es sana pero pasados ciertos límites puede ser
inhabilitante y una droga que la someta será más que bienvenida.
@RdzgCarlos
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