El SIGLO DEL GEN.
BIOLOGÍA MOLECULAR Y GENÉTICA
En el siglo XX la sociedad humana ha incorporado de
forma masiva el desarrollo tecnológico. Durante gran parte del siglo las
mayores contribuciones tecnológicas han venido de los derivados de las ciencias
físicas: automóviles, teléfono, aviones, plásticos, ordenadores, etc. La
introducción de estos factores ha modificado la sociedad y el comportamiento
humano más que los propios acontecimientos políticos y sociales. Sin embargo,
durante la segunda mitad del siglo XX, y especialmente en las últimas dos
décadas, han aparecido unas tecnologías biológicas que poseen un enorme
potencial médico y social. Estas nuevas tecnologías, extraordinariamente
poderosas, son las derivadas del progreso explosivo de la biología molecular en
la segunda mitad del siglo XX. Ofrecen una nueva imagen de la evolución de la
vida en el planeta y están llamadas a revolucionar la propia estructura de la
sociedad humana.
Quizá la persona que más lúcidamente ha profundizado
en estas ideas ha sido Sydney Brenner, uno de los científicos más brillantes
del siglo xx que pasará a la historia de la ciencia por sus enormes
aportaciones a la biología molecular, ciencia que contribuyó decisivamente a
crear. Afirma Brenner que la nueva biología nos acerca a la comprensión de
nosotros mismos, al entendimiento de los humanos como organismos: «Por primera
vez podemos plantear el problema fundamental del hombre y empezar a comprender
nuestra evolución, nuestra historia, nuestra cultura y nuestra biología como un
todo».
En esta exposición trataré de la historia de los
acontecimientos científicos que han dado lugar a esta situación y especularé
brevemente sobre las implicaciones que tienen estos nuevos descubrimientos en
la sociedad del futuro, e incluso en nuestra propia comprensión de la
naturaleza humana.
Los hitos del conocimiento
biológico
A lo largo de la historia de la biología han existido
tres grandes revoluciones, entendiendo el concepto revolución como la
introducción de un descubrimiento que es importante por sí mismo y que además
da lugar a un cambio radical en el enfoque que hasta ese momento se daba a la
disciplina. No sólo se trata del significado de la nueva información, sino
también del efecto que tiene en el enfoque general de disciplina.
La primera revolución se produjo en 1860 con las
teorías evolucionistas de Darwin y Wallace, que defendían la universalidad del
origen de los seres vivos. La segunda revolución fue el descubrimiento de la
universalidad del mecanismo de la información biológica propuesta por Watson y
Crick en 1953. La tercera revolución ha sido el descubrimiento de la
universalidad del diseño animal y de los procesos básicos de regulación de las
funciones biológicas. Esta última revolución ha sucedido entre los años
1985-2000 del pasado siglo y, a diferencia de las anteriores, es el resultado
de las contribuciones de un grupo relativamente numeroso de investigadores.
Estos tres hechos han conducido a una nueva comprensión del fenómeno evolutivo
y de la propia biología de los seres humanos.
El hecho evolutivo
La idea de que las especies cambian con el tiempo es
muy antigua y ciertamente anterior a la propuesta darwinista. En el año 520
ANE, Anaximandro de Mileto, en su tratado On Nature, introdujo la idea de la evolución
y que la vida empezó en los océanos. John Ray en su libro Historia Plantarum,
publicado en 1686, catalogó 18.600 tipos de plantas y propuso la primera
definición de especie basada en una descendencia común. El propio abuelo de
Darwin, Erasmus Darwin, propuso explícitamente que las especies animales
cambian con el tiempo.
Lo que diferencia a Darwin y Wallace de sus
predecesores es que propusieron un mecanismo evolutivo plausible basado en la
idea de selección natural. Darwin, en particular, proponía que en la
supervivencia de los individuos especialmente favorecidos estaba la fuerza de
la selección natural ya que su mayor capacidad de supervivencia les dotaba
también de una mayor capacidad de transmitir sus características a su
descendencia. Mediante este proceso las características de las poblaciones de
cada especie en particular se modificaban gradualmente a través de sucesivas
generaciones.
Darwin disponía además de información que sus
predecesores no conocían y ésta ayudó mucho a la comprensión del fenómeno
evolutivo. Por ejemplo, se sabía que la edad de la Tierra era mucho mayor que
lo que se había supuesto, lo cual concedía mucho más tiempo para el cambio
gradual que preconizaba la teoría de la selección natural. También existía un
registro fósil ya muy elaborado que permitía comprobar la existencia de un
cambio gradual en muchas líneas de animales y plantas, lo cual apoyaba
claramente la propuesta darwiniana. Se sabía también que la selección
artificial es capaz de generar cambios morfológicos muy profundos en poco
tiempo. Esto es evidente si, por ejemplo, consideramos la gran cantidad de
razas de perros que existen. Todas derivan del lobo, pero a través de 5.000 o
10.000 años de evolución artificial, no natural, el hombre ha conseguido crear
una gran diversidad de razas caninas, lo que indica hasta qué punto es versátil
el material biológico cuando se somete a selección.
Si tuviéramos que resumir las implicaciones de la
teoría evolutiva podríamos centrarnos en tres puntos: 1) todos los seres vivos
tienen un origen común, 2) ha habido un proceso de cambio gradual que a lo
largo de muchos millones de años ha dado lugar a toda la diversidad biológica
del planeta y, por último, 3) la especie humana es simplemente una más de los
cientos de millones de especies que existen o han existido. La propuesta
darwiniana reflejaba un cambio copernicano en lo que respecta a la posición de
la especie humana como entidad biológica; el hombre dejaba de ser el centro de
la creación para convertirse en simplemente una especie más de los millones de
especies creadas por la evolución. No es sorprendente que se produjera una gran
reacción social en la época. Aún en la época actual no es aceptada por muchos
miembros de la sociedad. Según el Instituto Gallup, en 2004 más de la mitad de
los norteamericanos creían que el hombre ha sido creado literalmente tal como
dice la Biblia ,
hace unos 10.000 años.
Genética y evolución:
definición operacional del gen
Darwin proporcionó una explicación descriptiva,
plausible, pero no mecanística de la diversidad biológica. El asunto es: si
todos los organismos vivos tienen un origen común, ¿qué función biológica es
común para todos, se transmite de padres a hijos y es modificable para generar
la diversidad biológica? En su tiempo, Darwin no podía responder estas
cuestiones.
Fue precisamente el planteamiento de estas cuestiones
lo que dio origen a la genética, la disciplina que estudia cómo se transmite y
modifica la información biológica. La primera señal de la existencia de
información genética heredable se debe a Gregor Mendel, un monje agustino que
demostró que la forma o el color de los guisantes se transmite fielmente de una
generación a otra.
Sin embargo, el progreso de la genética en el siglo xx
se debe en gran parte a la mosca del vinagre, Drosophila melanogaster, un
organismo que se ha convertido en el objeto de estudio clásico de investigación
en genética, ya que se cría fácilmente en el laboratorio, su ciclo biológico es
muy corto –lo que resulta muy útil para estudiar la herencia de los diversos
caracteres de una generación a otra– y resulta totalmente inocua para los
humanos. Los estudios en Drosophila permitieron identificar muchos caracteres
heredables concretos –genes–, demostraron que están localizados y alineados en
el núcleo de las células en unos orgánulos llamados cromosomas y que cada gen
está situado en una posición específica del cromosoma. También demostraron que
en la naturaleza aparecen variaciones heredables –mutaciones– de los genes y
que estas mutaciones son la fuente de variación biológica necesaria para el
proceso evolutivo. Estas mutaciones también se pueden inducir de forma
artificial mediante irradiaciones o el uso de compuestos químicos. En conjunto,
lo que la genética de Drosophila descubrió es que el motor real de la evolución
son los genes, que constituyen la información genética heredable y que son
modificables.
Después de más de un siglo de investigaciones en esta
mosca, el conocimiento de su genética es el más completo del Reino Animal y se
han desarrollado unos conceptos y tecnologías que permiten realizar
experimentos que no se pueden hacer en ninguna otra especie.
Naturaleza de la información
genética
ADN |
La solución a este problema dio lugar a lo que yo
llamo la segunda revolución de la biología: la dilucidación por Watson y Crick
de la naturaleza y estructura de la información genética, el ADN. El famoso
artículo publicado en la revista Nature el año 1953 fue el comienzo de una
revolución biológica destinada a cambiar el propio rumbo de la humanidad. El
ADN es una molécula con estructura de doble hélice formada por dos largas
cadenas de moléculas de un azúcar –deoxi-ribosa– unidas por fosfatos.
Conectando ambas cadenas, como peldaños de una escalera, otras moléculas
llamadas bases nitrogenadas mantienen la estabilidad de la estructura. Como
notaron inmediatamente Watson y Crick, la propia estructura de la molécula
explica el mecanismo de replicación dando lugar a moléculas iguales y, por lo
tanto, asegurando la fidelidad de la información biológica a través de
generaciones.
Pero además, la estructura del ADN indicaba que la
información biológica radicaba en la secuencia a lo largo de la molécula de las
cuatro bases nitrogenadas llamadas timina (T), guanina (G), adenina (A) y
citosina (C). Lo que un organismo hereda de sus progenitores y que va a
condicionar sus características biológicas es simplemente una secuencia escrita
en un lenguaje de cuatro letras.
El descubrimiento de la estructura y función del ADN
modificó el enfoque experimental de la biología: todos los organismos están
cifrados en un lenguaje de cuatro letras, A, T, C y G. A partir de entonces la
biología se centró en el estudio del ADN, sus propiedades y su estructura. La
primera secuencia completa de ADN que se obtuvo de un organismo, el
bacteriofago ØX174, contiene 5.000 letras –llamadas bases–. Por comparación la
secuencia de ADN de un gusano nemátodo consta de 90 millones de pares de bases;
la secuencia de la mosca del vinagre Drosophila consta de 120 millones de pares
de bases y la del ser humano consta de 3.300 millones de pares de bases. Cada
una de estas secuencias representa una especie de fórmula para construir la
especie en cuestión.
Un código genético universal
El problema es que los procesos vitales no están
catalizados por el ADN, sino por las proteínas; el ADN es simplemente una
receta que ha de ser traducida en toda la variedad de proteínas, unas 3.000
básicas, que se encargan de las funciones vitales, entre ellas de la propia
replicación y expresión del ADN.
Las proteínas están constituidas por combinaciones de
20 aminoácidos, de forma que cada proteína es diferente de las demás debido a
que está formada por una secuencia específica de aminoácidos. Así pues, hay que
traducir la secuencia de cuatro bases heredada de los progenitores en
secuencias de 20 aminoácidos para producir las proteínas que son el sostén de
las funciones biológicas. El desciframiento del código de traducción, el código
genético, fue uno de los grandes primeros éxitos de la biología molecular. Los
laboratorios de Ochoa, Niremberg y Brenner fueron decisivos para descifrar el
mecanismo de traducción. Estos investigadores demostraron que cada aminoácido
está codificado por una secuencia específica de tres bases —triplete—,
asegurando de ese modo que cada gen, que es una secuencia particular del ADN
total, se traduce en una proteína específica. El tripleta AAG codifica para el
aminoácido lisina, mientras que GCA codifica alanina y AGA arginina. De esta
forma el ADN de secuencia AAGGCAAGA se traduciría en la secuencia de
aminoácidos lisina-alanina-arginina .
Lo interesante del código genético es que es universal
para todos los organismos. La universalidad del código es, en sí misma, una
prueba de la evolución. Todos los organismos tenemos el mismo código genético
simplemente porque todos lo hemos heredado de un antepasado ancestral.
En este contexto un gen es simplemente una secuencia
concreta de ADN que codifica para una proteína específica encargada de una
función concreta, por ejemplo la hemoglobina necesaria para la respiración o
la miosina del músculo.
Desarrollo de la biología
molecular
El descubrimiento de que el ADN es el manual de
instrucciones para hacer un ser vivo y el desciframiento de los mecanismos
básicos de la función génica, el código genético y la manufactura de proteínas,
marcan el comienzo de la biología molecular. El estudio del ADN, su estructura
y sus propiedades se convirtió en el principal foco de esta disciplina a partir
de los años setenta del pasado siglo. Esta concentración de esfuerzos ha dado
lugar a conceptos y técnicas extraordinariamente poderosas que permiten manipular
el ADN con gran eficiencia. Son estas técnicas las que permiten el clonaje de
genes, la generación de animales y plantas transgénicas, la posibilidad de
terapia génica y los Proyectos Genoma. La generación de organismos
transgénicos, esto es, organismos a los que se les ha introducido genes de otra
especie, se deriva del hecho de que todos los ADN, de cualquier origen, son
químicamente idénticos y que un gen es simplemente un fragmento de ADN. Esto
permite mezclar por métodos químicos fragmentos de ADN —genes— de origen
heterólogo. Una vez que se han desarrollado métodos para introducir estos
fragmentos en el organismo receptor, éste dispone ahora de un gen de origen
diferente. Un ejemplo claro lo constituyen, por ejemplo, las estirpes de
levaduras a las que se les ha introducido el gen humano que codifica para la
insulina. Mediante este procedimiento las levaduras transgénicas manufacturan
insulina humana.
El gran desarrollo de estos procedimientos en años
recientes ha permitido generar plantas —trigo, soja, arroz, etc., que ya están
en el mercado— y animales transgénicos de muchas especies, ratas, ratones,
cerdos, moscas, etc. Es importante señalar que los métodos que se utilizan para
las varias especies animales son muy parecidos y constituyen la base de aplicaciones
para su uso terapéutico en la especie humana, con objeto de curar enfermedades
genéticas mediante terapia génica. En el año 2000 se publicó en la revista
Science el primer ensayo de terapia génica mediante el que se logró curar una
inmunodeficiencia severa a varios niños. Desgraciadamente, estos ensayos se
tuvieron que interrumpir debido a efectos perjudiciales del procedimiento; tres
de los niños curados desarrollaron posteriormente un cáncer. Este ejemplo
ilustra, al mismo tiempo, el potencial de estos nuevos métodos y el hecho de
que todavía están en una fase muy temprana de su desarrollo. Dada la velocidad
con la que se está progresando es de esperar que estén disponibles en un futuro
no demasiado lejano.
El diseño genético del cuerpo
animal
Uno de los aspectos en que la biología molecular ha
progresado de forma importante y con considerables aplicaciones en lo que
respecta a la biología humana es en el área del diseño genético del cuerpo de
los animales.
Inicialmente, los experimentos en biología molecular
utilizaban organismos unicelulares, bacterias o virus para el estudio de las
propiedades y función del ADN. Estos estudios produjeron resultados muy
importantes, como se ha descrito anteriormente, pero por su propia naturaleza
no permitían conclusiones sobre cuál es el control genético del desarrollo de
los organismos complejos, como una mosca o un ratón, formados por asociaciones
de células que han de agruparse de forma correcta en una estructura
tridimensional.
Tomemos como ejemplo una mariposa cada
célula individual tiene que realizar las funciones biológicas primarias,
síntesis de proteínas, replicación del ADN, etc., pero además tiene que
disponerse, agruparse con otras y diferenciarse para hacer órganos específicos,
ojos, alas, patas etc., los cuales han de ensamblarse con los demás órganos de
forma que cada uno de ellos aparezca en el lugar adecuado. En el diseño de un
animal hay que disponer las diversas partes del cuerpo en las tres dimensiones
del espacio; los ejes antero-posterior, dorso-ventral y próximo-distal. Este
problema del diseño corporal ha sido uno de los grandes retos de la genética de
los organismos superiores: cómo los genes especifican la información posicional
de las diversas partes del cuerpo de forma que las células que van a hacer ojo
saben que han de disponerse en la parte anterior del cuerpo y las que van a
formar la patas deben de estar en la parte ventral. En otras palabras, ¿cuál es
la descripción genética de un organismo tridimensional? En un insecto como una
mariposa distinguimos morfológicamente una parte cefálica, una parte torácica y
una parte abdominal, pero no hay garantía de que esta descripción corresponda a
la verdadera descripción genética del organismo. Es en este asunto de la
descripción genética de los animales donde se ha progresado de forma notable en
los últimos treinta años.
Las claves del diseño genético del cuerpo animal están
en los llamados genes homeóticos, ahora llamados Hox. Estos forman una
maquinaria genética que ha sido estudiada con gran detalle en la mosca del
vinagre Drosophila. Lo característico de estos genes es que sus mutaciones
transforman unas partes del cuerpo en otras. Una mutación como
Antennapedia (Antp) por ejemplo transforma la antena en pata, o una mutación
como Ultrabithorax (Ubx) transforma el apéndice halterio en ala, dando lugar a
una mosca con cuatro alas. Lo interesante de estas transformaciones es que, a
pesar de que la construcción general del cuerpo es errónea, la morfología de
las partes es normal: la pata que aparece en la antena de Antp es normal, lo
que es anómalo es el sitio donde aparece. Igualmente, las alas transformadas
que aparecen en la mosca Ubx tienen morfología y tamaño normal de alas. Lo
único anormal es el sitio donde aparecen. La implicación de estos fenotipos es
que lo que controlan los genes Hox no es la morfología de las estructuras sino
el diseño general del cuerpo, la información posicional a la que me refería
anteriormente, que hace que cada órgano aparezca en el lugar correspondiente.
Los genes homeóticos son pues genes reguladores de
alto rango que determinan el tipo de desarrollo de las diversas partes del
cuerpo de Drosophila. Una pregunta muy importante que se hizo en los años
ochenta del siglo pasado fue cuántos genes homeóticos existen. La
identificación de todos ellos era de esperar que permitiera dilucidar la lógica
genética que subyace en el diseño del cuerpo. Estudios realizados en Estados
Unidos demostraron que, sorprendentemente, el número de genes Hox
es pequeño. En la
Drosophila solamente existen nueve genes Hox que establecen
las
coordenadas espaciales en el eje antero-posterior, reconocen los valores posicionales en este eje y determinan la adquisición del programa de desarrollo adecuado para generar la parte correspondiente del cuerpo. Estos resultados eran ciertamente interesantes pero se referían a la mosca del vinagre; en principio no se sospechaba que pudieran tener un valor general para explicar el diseño del cuerpo de otros animales, incluyendo la especie humana.
coordenadas espaciales en el eje antero-posterior, reconocen los valores posicionales en este eje y determinan la adquisición del programa de desarrollo adecuado para generar la parte correspondiente del cuerpo. Estos resultados eran ciertamente interesantes pero se referían a la mosca del vinagre; en principio no se sospechaba que pudieran tener un valor general para explicar el diseño del cuerpo de otros animales, incluyendo la especie humana.
Sin embargo, el progreso de la biología molecular en
los años setenta-ochenta del pasado siglo permitió el aislamiento molecular
—clonaje— y la secuenciación de los genes Hox de Drosophila. A finales de 1985
todos estos genes ya había sido clonados y secuenciados. Un descubrimiento
extraordinariamente importante que se realizó cuando se compararon sus
secuencias es que todos estos genes contenían una secuencia en común, que se
llamó homeobox. Las implicaciones del descubrimiento de la homeobox fueron muy
importantes: 1) Esta secuencia codifica para un motivo de unión al ADN, indica
que las proteínas homeóticas funcionan como factores de transcripción y regulan
la actividad de otros genes subsidiarios, 2) la presencia de la misma secuencia
en todos los genes Hox indica que estos genes tienen un origen común y 3) la
secuencia homeobox es un marcador molecular de los genes Hox que permitió
identificarlos en organismos —la especie humana, por ejemplo— en los que es
imposible detectarlos por procedimientos genéticos convencionales. Como veremos
a continuación este último aspecto resultó ser de gran importancia.
Un diseño genético universal
El hecho de que la homeobox sea un marcador molecular
de los genes Hox permitió identificar el complejo Hox en muchos grupos del
Reino Animal, e hizo de estos genes el objeto fundamental de estudio de la
biología del desarrollo durante los años ochenta y hasta principios de los
noventa. El resultado general es que el complejo Hox se ha encontrado en todos los
grupos animales en los que se ha buscado. Es, pues, una característica
universal del genoma de todos los animales, incluyendo a la especie humana. Los
humanos tenemos un complejo Hox muy parecido al de Drosophila, sólo que en vez
de tener una copia por genoma tenemos cuatro.
Los estudios de Drosophila habían establecido
previamente que la función de estos genes era determinar el desarrollo de las
diversas partes del cuerpo, pero no existía evidencia de qué función realizan
en otros organismos. La dificultad para estudiar este aspecto es que el
análisis genético realizado en Drosophila no es posible en muchos vertebrados y
totalmente imposible en la especie humana, por lo tanto hubo que recurrir a
otros métodos.
Mosca Drosophila |
Cuando a una mosca mutante apterous se le introduce el
gen humano es capaz de formar alas de mosca. Aunque los humanos no tengamos
alas de mosca, tenemos un gen capaz de reemplazar al de Drosophila que programa
la formación de las alas de mosca gracias a un mecanismo de conservación
funcional.
Igualmente, el gen de ratón homólogo de eyeless,
llamado small eye, es capaz de inducir ojos de mosca. Experimentos
similares con genes de otros organismos han llevado a la conclusión de que el
diseño genético de los ojos de todos los animales, moscas, pulpos, seres
humanos, es el mismo. El invento evolutivo de un órgano receptor de luz
conectado al cerebro tuvo lugar hace 540 millones de años y ha sido heredado
por todos los organismos multicelulares. Estos experimentos ilustran un
principio general del fenómeno evolutivo: cuando aparece un mecanismo que opera
adecuadamente, la programación genética de este mecanismo queda fijada en el
genoma y, a partir de ahí, no se modifica o se modifica muy poco.
La conclusión general de todo lo anterior es que el
mecanismo general de diseño genético de los animales, basado en los genes Hox y
derivados, es común para todo el Reino Animal. Seguramente la explosión del
Cámbrico, esto es, la aparición repentina de los Bilateralia con los órganos
dispuestos a lo largo de los tres ejes espaciales, es el resultado de la
aparición en el Cámbrico Inferior del complejo Hox y sus derivados. La
similitud en secuencia de los genes del complejo indica que derivan de un gen
ancestral que sufrió varias duplicaciones en tándem, originándose así el
conjunto de genes ligados que forman el conjunto.
Por tanto, podemos afirmar que todos los seres vivos
comparten las mismas funciones biológicas básicas. De todos estos estudios ha
surgido una visión unificadora de los procesos biológicos basada, en última
instancia, en el proceso evolutivo. Los organismos tienen un origen común, como
propusieron Darwin y Wallace, comparten el mecanismo de almacenamiento y
liberación de la información genética basado en la universalidad de la función
del ADN, del ARN y en el mecanismo de código genético. Por último, todos los
componentes del Reino Animal comparten el mismo proceso genético de diseño
corporal.
Una implicación de importancia que deriva de estas
observaciones es que muchos de los aspectos del desarrollo del cuerpo humano se
pueden estudiar en organismos modelo, moscas, gusanos, ratones, en el
entendimiento de que la base genética/molecular de estos procesos es común para
todas las especies y, por lo tanto, muchos de los procesos involucrados también
lo serán. Un ejemplo típico de este enfoque lo constituyen los estudios de
regeneración que se están llevando a cabo en anfibios y en pollos. Es una
observación muy antigua que los anfibios y reptiles son capaces de regenerar
las extremidades mientras que las aves o los mamíferos no. Los estudios en
marcha están permitiendo identificar los genes relacionados con el proceso
regenerativo, varios de los cuales están también presentes en especies que no
regeneran. Parece ser que la facultad de regenerar un órgano o no hacerlo
depende no tanto de la presencia o ausencia de uno o varios genes como del
mecanismo de regulación de genes comunes. Las especies que regeneran son
capaces de activar estos genes después de un trauma físico, mientras que las
que no regeneran no lo son. Una especulación bien fundada es que, cuando se
conozca bien el proceso de regulación de estos genes, se podría intervenir en
el control de su función con objeto de inducir artificialmente el proceso regenerativo
en especies como la humana, que de forma natural no lo harían.
Los proyectos genoma
La exposición anterior es en sí misma una
reivindicación de todo el fenómeno evolutivo, al exponer claramente la
universalidad funcional de los fenómenos biológicos. Pero, además, las nuevas
tecnologías moleculares nos han proporcionado una demostración más directa de
esta universalidad. Durante los últimos años se ha terminado la secuenciación
completa del ADN —los Proyectos Genoma— de muchas especies animales y vegetales,
lo cual ha permitido comparar directamente el grado de similitud o diferencia
de la información biológica entre especies diferentes.
En este contexto son particularmente relevantes los
genomas de nemátodo Caenorabditis elegans, que contiene un ADN de 90 millones
de pares de bases, el de la mosca Drosophila con 120 millones de pares de bases
y el genoma humano con 3.300 millones de pares de bases. En el proyecto Genoma
Humano se utilizó el ADN de cinco personas —tres mujeres y dos
hombres— de cuatro grupos étnicos diferentes —hispano, asiático, afro-americano
y caucasiano—. Es interesante destacar que no se detectaron diferencias
significativas entre ellos.
Estos proyectos han conseguido identificar todos los
genes de cada especie, determinar su secuencia y acumular esta información en
bases de datos, lo cual, junto con el desarrollo de instrumentos informáticos
muy sofisticados y poderosos ordenadores, ha permitido comparar las secuencias
significativas. La comparación ha producido muchos resultados de interés, pero
uno particularmente importante es el descubrimiento de que la especie
humana comparte aproximadamente un 50% de los genes con el nemátodo
Caenorabditis elegans y un 60% con la mosca Drosophila. Esta observación es un
saludable recordatorio de nuestros orígenes biológicos, que compartimos con el
resto de los animales. Naturalmente, esto se refleja en el ADN que es el trazo
evolutivo común que nos une a todos.
Estudio de la enfermedad
humana en organismos modelo
El alto grado de similitud genética en las especies
mencionadas y, de hecho, en todo el Reino Animal no sólo valida el fenómeno
evolutivo, sino que también tiene implicaciones poderosas en el estudio de la
biología y patología humana. Al tener tantos genes en común con organismos como
Drosophila hay muchos aspectos de la biología y de la enfermedad humana que se
pueden estudiar en moscas sin las limitaciones experimentales y éticas que
impone el material humano. La filosofía que subyace es que mucho del progreso
en el conocimiento que consigamos en Drosophila será aplicable a nosotros
mismos. Como vimos anteriormente, el estudio de los genes Hox de las moscas
está arrojando información muy importante sobre la función de esos mismos genes
en nuestra propia especie.
En lo que respecta a los procesos patológicos, las
últimas estimaciones indican que el 74% de los genes relacionados con
enfermedades humanas están presentes en Drosophila. Se trata, por tanto, de una
fuente de información de enorme importancia para el conocimiento básico de la
enfermedad humana. Actualmente, muchos laboratorios en todo el mundo están
usando Drosophila como organismo para estudiar patologías como el cáncer, la
enfermedad de Alzheimer, ataxias, etc. Un ejemplo de este enfoque lo
constituyen los experimentos para inducir el síndrome molecular de la
enfermedad de Alzheimer en Drosophila. La deposición de la proteína amiloide
(Aß) en las neuronas es una característica de la enfermedad. La forma
patológica contiene 42 aminoacidos en vez de 40 y forma agregados llamados
placas amiloides. La tecnología de Drosophila permite inducir la enfermedad en
los ojos o el cerebro de la mosca y estudiar la evolución de la enfermedad. Se
pueden producir cientos de individuos y probar gran cantidad de posibles
remedios o compuestos que interfieren con el desarrollo de la enfermedad. Estos
experimentos han permitido identificar una droga — Rojo Congo — que mitiga
grandemente el efecto de la enfermedad en moscas. Aunque desgraciadamente esta
droga es tóxica para los humanos y no serviría para el tratamiento de la
enfermedad, indica claramente el potencial de este tipo de tecnología.
Experimentos de este tipo ya han identificado varias drogas dirigidas a tratar
el cáncer y otros procesos degenerativos.
¿Se puede alterar la duración
de la vida humana?
El altísimo grado de conservación en todo el Reino
Animal de los fenómenos biológicos fundamentales permite especular sobre las
posibilidades de manipular procesos considerados, hasta hace poco, inaccesibles
a la intervención humana. Uno de los paradigmas fundamentales de la sociedad y
cultura humana es la idea de que el envejecimiento y la muerte son procesos
biológicos inevitables. Se supone que existe una programación interna que
establece, dentro de un rango relativamente estrecho, la duración máxima de la
vida de los individuos de cada especie.
Durante el siglo XX la duración media de la vida
humana ha aumentado considerablemente, principalmente debido a la mejoría en el
nivel de vida, las condiciones higiénicas y el progreso en medicina, pero se
estima que la duración máxima está en torno a los 120-125 años. ¿Se podría
sobrepasar este límite? Éste es un tema que ha suscitado gran atención en las
revistas científicas internacionales (veáse Nature 458, 1065-1071, 2008),
debido fundamentalmente a que recientemente se han hecho descubrimientos que
tienen que ver directamente con la programación genética de la duración de la
vida.
El hecho fundamental es que se han identificado en el
gusano nemátodo Caenorhabditis elegans y en la mosca Drosophila varios genes
cuya función está directamente relacionada con el programa de envejecimiento de
estas especies. Dada la facilidad de manipulación genética en estos organismos,
se ha conseguido alargar de forma sustancial la vida en individuos de estas
especies. En el caso del nemátodo se han conseguido gusanos que llegan a vivir
entre seis y siete veces más de lo normal. Extrapolando a la especie humana, la
vida media de la población sería de unos 350 años y habría individuos que
sobrepasarían los 500.
Un aspecto importante de estos descubrimientos es que
los genes de envejecimiento identificados en el gusano nemátodo y en Drosophila
están también presentes en la especie humana. El mejor estudiado de estos
genes, llamado DAF-16 en el gusano y FOXO en Drosophila y en humanos, está
relacionado con la vía de la insulina y se han detectado formas variantes de
FOXO que parecen ser particularmente frecuentes en individuos mayores de cien
años. Mutaciones en la especie humana que afectan la actividad de la vía de la
insulina también se han detectado en individuos centenarios.
DAF-16/FOXO ha sido clonado y se han construido
gusanos modificados genéticamente, en los que se han alterado los niveles
funcionales de este gen y que se traducen en alteraciones que llegan a duplicar
la duración de la vida de los gusanos. El hecho de que manipulando un solo gen
se logre este resultado ilustra el potencial de estas técnicas.
Como se mencionaba anteriormente, este gen está
presente en nuestra propia especie, lo que abre la posibilidad de que su
manipulación pudiera utilizarse para modificar la duración de la vida de los
seres humanos.
La futura evolución de la
especie humana: el hombre tecnológico
Para terminar, me gustaría reflexionar brevemente
sobre la propia evolución de la vida en el planeta y la de la especie humana.
La vida en el planeta comenzó hace 2.000-3.000 millones de años. Los animales
Bilateralia —los grupos animales existentes en la actualidad—, aparecieron hace
540 millones de años. Hace unos 100.000-200.000 años la selección darwiniana
dio origen a la especie humana, como ha originado muchos millones de especies
más, vivas o extintas. Sin embargo, el desarrollo intelectual/tecnológico de
nuestra especie la ha hecho esencialmente inmune al proceso de selección
natural, por lo tanto las reglas evolutivas normales nos afectan poco o nada en
la actualidad.
La cultura humana comenzó hace unos 10.000 años y el
desarrollo tecnológico hace doscientos años, mientras que la tecnología del ADN
comenzó hace veinticinco. El progreso de esta tecnología ha sido rapidísimo y
ha dado lugar a métodos muy poderosos de manipulación. Esto es, el vehículo de
la evolución, el ADN, está siendo modificado directamente por la intervención
humana. Estas metodologías, todavía muy crudas, se están usando en animales de
experimentación, moscas, ratones, gusanos, etc., pero dada la gran similitud
genética no está lejos el día en que se podrán aplicar a la especie humana. El
potencial de estos métodos es enorme, sobre todo si se considera que comenzaron
hace veinticinco años. Resulta imposible imaginar lo que serán capaces de
realizar dentro de cincuenta años, por no hablar de 500 o 5.000. La especie
humana tendrá la posibilidad de modificarse genéticamente a sí misma de forma
controlada. Esta perspectiva ofrece enormes posibilidades de determinar su
propio futuro biológico, su propia evolución. La tecnología del ADN ofrece un
nuevo paradigma social; podrá cambiar completamente la propia esencia del ser
humano.
Ginés Morata: EL
PAÍS
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