La larga vida de los ‘Homo sapiens’
Harari ofrece una historia de la humanidad provocativa donde la crueldad gana a la ética
Profesor de Historia de la Universidad Hebrea
de Jerusalén, el autor, que se había doctorado con una tesis sobre las memorias
de los soldados medievales, nos presenta ahora un ensayo divulgativo para
determinar los principales hitos de la historia del Homo
sapiens,desde su aparición hace 200.000 años hasta el momento
actual. Naturalmente, un relato de este tipo lleva consigo señalar sólo los
acontecimientos más relevantes, dejar largos periodos casi en blanco y asignar
un holgado espacio a la interpretación personal de los hechos. Al mismo tiempo,
si quiere garantizarse un público amplio, debe echar mano de unos recursos
expositivos que combinen las abundantes lecturas con un lenguaje directo y
desenfadado, lo que constituye sin duda uno de los principales atractivos de la
obra.
Dividida en cuatro partes, la primera nos
enfrenta con los orígenes del mundo (campo para la física, la química y la
biología), con la aparición sobre la
Tierra del género Homo, con
su evolución hasta llegar al triunfo del Homo sapiens sobre otras especies humanas (que
quedaron extinguidas) y animales (a la aniquilación de muchas de las cuales
contribuyó de forma efectiva como mayor serial killer de la Tierra ), mientras se
producía una "revolución cognitiva" con la creación de un lenguaje
ficcional como fundamento de su superioridad (el punto "en el que la
historia declaró su independencia de la biología").
La segunda parte trata de la revolución
neolítica, aquí llamada “revolución agrícola”, es decir, ese momento que
transformó la sociedad de cazadores-recolectores nómadas en otra de
agricultores y pastores sedentarios, hace unos 10.000 años. Ahora bien, este
escalón del progreso humano se complementó con la aparición de organizaciones
complejas para ordenar la producción y la distribución de los acrecentados
bienes, lo que conllevó inevitablemente la jerarquización de los grupos, de
modo que las clases superiores (reyes, sacerdotes, administradores, grandes
propietarios) tendieron a la discriminación y la opresión de las masas de
trabajadores. Aquí el autor abre un espacio para el estudio del patriarcado, es
decir, del predominio del hombre sobre la mujer, que las sucesivas ideologías
han tratado de legitimar como el “orden natural de las cosas”, que ni es orden
ni es natural, sino una forma más del dominio histórico de los grupos más
poderosos sobre los más débiles.
La tercera parte ya nos lleva a la edad
moderna, al periodo de la primera globalización y de la aparición de los
grandes imperios mundiales, como el español o el británico. Imperios que tienen
su base en la ambición, es decir, en el dinero, por mucho que se disimule bajo
la capa de la "pesada carga del hombre blanco" (Kipling dixit) de evangelizar, de civilizar o de
democratizar a otros pueblos. Aquí entre un largo y lúcido discurso sobre el
papel de las religiones, en el que se hace una discreta apología de los
politeísmos (que conllevan una abundante dosis de tolerancia) y se clama contra
el fanatismo de los monoteísmos (insistiendo más, es cierto, en el cristianismo
y el islam que en el judaísmo por razones obvias) y sus productos: la
intolerancia para los que no acepten su verdad única, los antagonismos
internos, las guerras santas (cruzadas y yihads). Con algún ejemplo
verificable: los emperadores romanos mandaron menos cristianos a los leones en
tres siglos que los cristianos a otros cristianos a la muerte en sólo 24 horas,
las del día de San Bartolomé, tan celebrado por los (supuestamente caritativos)
magnates católicos, incluyendo el Papa de Roma.
El último apartado se dedica a la
"revolución científica", aunque no se limita a este episodio situado
tradicionalmente en el siglo XVII europeo, sino a todos los hallazgos de los
últimos 500 años en el terreno de la ciencia. Esta laxitud conceptual le
permite hacerse cargo igualmente de los grandes avances tecnológicos desde los
generados por la revolución industrial hasta los más recientes de la ingeniería
genética, como la recreación de un cerebro humano dentro de un ordenador o la
búsqueda, si no de la inmortalidad, sí al menos de la “amortalidad” implícita
en el Proyecto Gilgamesh y otras posibilidades abiertas a los modernos
Frankensteins. Y también de las limitaciones de este nuevo poder del hombre,
que acelera el deterioro climático, que agrede a su propio hábitat, que se
obsesiona por las cifras de la macroeconomía, pero al mismo tiempo se
despreocupa de la felicidad cotidiana de millones de individuos.
La belleza de la teoría de Darwin es que
no necesita suponer la existencia de un diseñador inteligente
Es imposible que nadie esté completamente de
acuerdo con todas las afirmaciones de este libro aparte del propio autor.
Faltan ingredientes, como la aportación del espíritu griego a la cultura
universal, la influencia del Renacimiento en la génesis de la revolución
científica en sentido estricto, el valor de las utopías como motores del
progreso humano… Hay acentos y énfasis que no todos pueden compartir: la
equiparación como constructores semejantes de los mitos religiosos y la Declaración de los
Derechos del Hombre, la minimización de los conflictos bélicos actuales (máxime
estando Gaza tan cerca)… Sin embargo, no se puede tener todo en la vida,
especialmente si se trata de un libro de 500 páginas sobre la historia
universal.
Por el contrario, su ensayo resulta original y
provocativo en numerosos aspectos y propone muchas cuestiones dignas de
meditación. Lo más sugestivo es quizá su relativismo (la inexistencia de
verdades absolutas suplidas por meras convenciones) y su ateísmo implícito:
todas las religiones son meras ficciones, la naturaleza es el reino de la
crueldad y no de la ética, "la belleza de la teoría de Darwines
que no necesita suponer la existencia de un diseñador inteligente", como
lo es la belleza de la teoría de Laplace en relación con el universo.
De animales a
dioses. Una breve historia de la humanidad.Yuval Noah Harari.
Traducción de Joandomènec Ros Debate. Madrid, 2014. 494 páginas.
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